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En toda organización, además del objetivo de proveer un bien o servicio que sea valioso para la sociedad, se persigue también un objetivo financiero. Los accionistas que fundaron el negocio buscan obtener una rentabilidad por el dinero que aportaron, y arriesgaron, en esa aventura que se denomina empresa.
La rentabilidad no es otra cosa que una medición del nivel de utilidades que está teniendo la empresa con relación al capital invertido. En otras palabras, es la relación que existe entre la utilidad y la inversión necesaria para lograrla.
También se le llama rentabilidad a la determinación del porcentaje que representan las utilidades netas con relación a las ventas. A este cálculo se le domina “margen neto”. Por su parte, la medición de las utilidades después de compararlas con el capital se le denomina “retorno sobre el capital” o ROE por sus siglas en inglés.
Pero ¿cuánta rentabilidad debe tener una empresa? Existen dos ópticas al respecto. La primera nos diría, la mayor posible. Esta visión tiene, como todo, sus pros y contras. El pro es que habrá una exhaustiva disminución y eliminación de costos en la organización. Sin embargo, aunque esto no es negativo en principio, se debe ser cuidadoso para no eliminar activos, negocios y lo que sería peor, personas. En ocasiones hay áreas de la empresa que pudieran parecer no rentables, pero pudieran ayudar a absorber costos que a su vez, ayuden a otras áreas de la empresa a ser rentables.
Y la segunda óptica, que para mi gusto es más adecuada, es aquella que permita obtener un adecuado retorno sobre la inversión para los accionistas y apoye a la empresa a realizar su misión.
Podríamos iniciar considerando que tradicionalmente hay dos factores clave para determinar la tasa de interés o tasa de retorno que se le pediría a un proyecto o empresa.
El primero es el riesgo de mercado o también denominado sistemático. Este riesgo incorpora las posibles variaciones que la empresa puede tener con relación al entorno económico en el que se encuentra.
El riesgo sistemático se mide normalmente por el nivel de las tasas de interés que prevalecen en el país, ya que toda empresa está inmersa a factores que le pueden afectar como: carga fiscal, ambiente de negocios, facilidades para la exportación, dependencia con otros países, entre otros.
Por otra parte se encuentra el riesgo no sistemático el cual se define como el de la empresa, el cual incorpora un factor de riesgo de la propia empresa y del sector en donde realizan operaciones. No es lo mismo invertir en una cadena comercial con presencia en todo el país y muy consolidada que en una empresa que está incorporando un producto innovador, como podrían ser los vinculados con las energías renovables.
Y es que en la misión de la empresa, esto es, en su declaración de la razón de ser de la misma se observa la actividad fundamental que deberá realizar para cumplir sus objetivos. Por lo tanto, las utilidades, no son en sí mismo un objetivo, son la confirmación de que las cosas se están haciendo bien y de que el producto o servicio que se ofrece es aceptado y valorado por los clientes a quienes va dirigido.
La estabilidad financiera de una empresa no depende tan sólo del nivel de utilidades que obtiene, depende de las relaciones de valor que se hacen con sus terceros interesados o “stakeholders”. Entre ellos podemos mencionar a los empleados, proveedores, distribuidores, gobierno, entorno socia y por su puesto, los accionistas.
Tratemos de aclarar un poco más. Por ejemplo, una empresa que obtiene utilidades a costa de sacrificar los sueldos de los empleados está destinada en el largo plazo al fracaso. Si los accionistas se enfocan en obtener una rentabilidad sacrificando nivel de sueldos, ambiente laboral, instalaciones con tono humano, entre otras, el destino de la organización será muy limitado en el largo plazo.
Por el contrario, una empresa que cuida a sus stakeholders, que además cuida sus mediciones financieras y que es fiel a su visión, misión y principios fundacionales, tiene más probabilidades de destacar, ya no digamos sobrevivir, en el largo plazo.
Como diría Benjamín Disraeli (1766-1848) Estadista inglés:
“Lo mejor que podemos hacer por otro no es sólo compartir con él nuestras riquezas, sino mostrarle las suyas.”
1 Comment
[…] Esto puede generar cambios muy importantes en los precios, sin disminuir en el largo plazo la rentabilidad que las empresas puedan tener , sin embargo sí podrían traer un aumento en el poder de compra de las personas y su calidad de vida, generando así la posibilidad de una vez por todas dar un golpe mortal a la brecha económica que existe en el mundo (http://robertoarechederra.com/cuanta-rentabilidad-debe-tener-una-empresa/). […]